Durante el viaje que hicimos al Big Sky Country supimos de Elkhorn como sabes de la mayoría de las cosas cuando viajas improvisando: por casualidad.
Mirando en el mapa el camino que nos llevaría desde Helena hasta Butte vimos un icono que no sabíamos que era y que quedaba en mitad de una montaña pero mas o menos cerca de la carretera. En la leyenda el símbolo indicaba que correspondía a "Ghost Town", una ciudad fantasma.
No nos costo nada decidirnos a visitarla. No teníamos prisa y el plan sonaba bien.
Dejamos la I-15 en Boulder y enseguida cambiamos el asfalto por una pista que durante unas quince millas subía y subía por la montaña cruzando una pequeña zona del Deerlodge National Forest. Por lo que pudimos ver era una zona muy atractiva para pasar el fin de semana ya que nos encontramos pequeños campamentos con familias agrupadas, todos con enormes autocaravanas y motos de monte o quads con los que los niños subían por el monte a toda pastilla.
Según nos acercábamos a nuestro destino aparecían restos de maquinaria a los lados del río. Daba la impresión de que el asentamiento se había ido extendiendo hacia la carretera principal durante el periodo que estuvo habitada.
En cuanto aparecieron los primeros edificios quedo claro que el desvío había merecido la pena.
Multitud de edificaciones de mas de 100 años construidas con madera oscura aparecían por todas partes bastante bien conservados.
En un cartel a la entrada pudimos leer la historia del pueblo: Allá por 1870 se encontró plata en las colinas de Elkhorn con lo que la población paso de 0 a 2500 habitantes en apenas unos años. Se construyeron tiendas, un saloon, una iglesia, una escuela y hasta un Fraternity Hall donde realizar bailes o representaciones de teatro.
Las calles estaban llenas con las familias de los mineros y de los mas de 500 leñadores que talaban arboles como combustible para las minas. De entre el alboroto de la gente debía sobresalir el sonido producido por los relinches o gemidos de las mas de 1500 mulas que ayudaban en los trabajos.
Lamentablemente se repitió la historia de todas las ciudades mineras y en cuanto la extracción del mineral deja de ser rentable por escasez o por la falta de demanda, la gente igual que llega, se va. Dejaron atrás edificios y todas las pertenencias que no pudieron ser acarreadas en el ultimo viaje que el tren realizo desde la ciudad.
Actualmente se puede pasear por las calles del pueblo admirando las fachadas de los edificios antiguos. Muchos están señalizados mediante un cartel que indica cual fue el uso en su momento. La mayoría esta en pie pero en algunos casos el cartel esta colocado delante de un espacio vacío con cuatro maderas caídas donde estuvo el edificio.
Los mejor conservados y mas seguros se pueden visitar incluso por el interior. Entre ellos encontramos alguna vivienda particular en la que vemos una estufa de hierro fundido para calentar las estancias pequeñas y sin apenas ventanas por donde escapara el calor.
Entre todas las construcciones que se pueden visitar destacan sin duda los el Fraternity Hall y el Gillian Hall, mas altos que los demás y con una construcción singular mucho mas decorativa que los diferencia del resto.
En sus dos plantas encontramos diversas estancias como una pequeña taquilla donde se cobraba la entrada, baños, habitaciones y unos grandes salones con suelos de madera donde es fácil imaginar el sonido de los tacones resonando durante los bailes. Al fondo aparece un escenario donde donde se situaban los músicos o artistas que traían el espectáculo al pueblo.
Caminamos hasta las afueras del pueblo y en el limite urbano vemos los primeros restos de la mina pero solo desde el camino ya que por seguridad esta zona no es visitable. Los viejos carros están caídos en la entrada de las minas justo al lado de los railes que se adentran en el interior.
También encontramos una enorme rueda metálica dentada que parece parte de un engranaje gigante y que no tenemos ni idea de que uso pudo tener.
Hay que señalar que aunque desde los años 70 tiene la denominación de ciudad fantasma Elkhorn no lo es en realidad ya que en estos momentos habitan en ella diez personas y unos cuantos perros, en edificaciones mas o menos nuevas situadas en el perímetro del antiguo casco urbano. En esas casas se ven carteles que prohiben la entrada. Como si fueran necesario ponerlos viendo la "decoración" de sus parcelas.
Pasamos un par de horas vagabundeando por las calles e imaginando como fue la vida durante los apenas veinte años de actividad que tuvo la ciudad. Y después, igual que los colonos originales, nos alejamos dejándola atrás...
Interesante..., y más cuando no estaba programado, son las visitas que mejor saben...
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