La capital de la isla y realmente la única ciudad de la misma esta situada en la falda de una montaña, llegando al mar tenemos el centro relativamente pequeño y que se puede visitar en una mañana tranquilamente, allí podrás ver el paseo marítimo con sus terrazas y su enorme puerto de cruceros, también esta la zona vieja compuesta de calles estrechas y empedradas con multitud de tiendas de recuerdos, cafeterias y restaurantes. Las tiendas en Madeira tienen un aire a pueblo, ya sea un kiosco o una relojería no descartan el obtener ingresos metiendo cualquier producto, es fácil ver peonzas junto con figuras de porcelana o carteritas de corcho junto a los periódicos, decir que son cutres quizás sea muy duro pero también bastante acertado. Incluso los centros comerciales tienen un aire desangelado, con muchos locales vacíos y el resto con sensación de abandonados, con carteles viejos y baldas sacadas de mercadillo.
Lo de la
decoración en las calles es otra historia, la falta de gusto y presupuesto en los comercios se transforma en exuberancia decorativa callejera en navidad, cada rincón de cada calle esta iluminada ya sea con unas simples bombillas o con elaborados abalorios. Cada calle del centro tiene su motivo especial, ángeles, renos, estrellas o bolas de árbol gigantes decoran absolutamente todo.
En la Avenida do Infante han montado un parque de navidad con un Papa Noel gigante y un
tren con regalos, también andando unos metros puedes ver un
nacimiento a tamaño real, camellos incluidos. Y doblando una esquina entras en una plaza donde un belén enorme y plagado de detalles convive con unos puestos en los que puedes ver como artesanos locales hacen su trabajo.
Nos alejamos un poco de la multitud y nos vamos hasta
Lido, la zona mas nueva de Funchal, aquí los hoteles se acumulan mezclados con parques acuáticos, empresas de alquiler de coches y decenas de empresas que ofrecen tours. Aunque los comercios tienen en general el mismo aspecto dejado, aquí puedes encontrar alguna excepción en forma de franquicias extranjeras agrupadas en algún centro comercial. Si te dejas caer rodando te encuentras una vez mas con el omnipresente mar, aquí en Lido han diseñado un recorrido que bordeándolo recorre la costa dejando unas vistas estupendas, la única pega es que debido a la orografía de la isla te encontraras unas cuantas cuestas rompe piernas, afortunadamente han colocado fuentes para ayudarte a recuperar.
Saliendo de la costa y subiendo hacia la montaña tras mil curvas aparece Monte que aunque sea un pueblo no se puede evitar considerar un barrio mas de la capital, se puede acceder en teleferico pero nosotros elegimos el autobús, mucho mas económico y mucho mas emocionante. Subir con el 48 es una experiencia que no olvidaras, recorres varios barrios con continuas subidas y bajadas, el conductor realiza maniobras imposibles doblando en curvas con centímetros de margen, esquivando coches en segunda fila, librando conductores suicidas... cuando llegamos me dan ganas de aplaudir al maestro.
Monte no es mas que un grupo de casas y una
iglesia rodeadas de zona boscosa pero en un buen día pudes tener la mejor vista posible de la costa, una vez arriba y tras un corto paseo toca bajar, el negocio montado es increíble.
Un montón de hombres con sombreros de paja montan a los visitantes en unos
carros con patines y los deslizan montaña abajo, aunque tenia ganas de probarlo, tras un vistazo desaparece la magia, no van demasiado rápido y todo es demasiado turístico, foto incluida, así que optamos por el
teleferico que aunque mas lento parece mas atractivo.
Y acabo la crónica sobre Funchal con uno de los mejores momentos en la isla, para celebrar mi cumple nos animamos a ir a un espectáculo en el Teatro Municipal Baltazar Dias, se llama "
A Magia dos Musicais " es un concierto en el que se repasa los temas mas populares de varios musicales, desde West Side Story a Les Miserables poniendo especial énfasis en The Phantom of the Opera.
El espectáculo empieza tarde porque la Soprano llega tarde debido a un accidente de coche, y viendo como conducen no es de extrañar, así que el tenor David Lyndon Hedges nos entretiene con unas cuantas bromas hasta que ella aparece en escena. El destaca desde el primer momento, por su voz excepcional y por sus bromas en el escenario. A ella le cuesta entrar en calor pero hacia el final del show cuando las canciones se ajustan mas a su tipo de voz el resultado es excelente. Nos vamos con un gran sabor de boca. Todo un acierto.