El miedo hace que dejemos pasar infinidad de cosas en nuestras vidas.
Miedo a fallar, miedo a equivocarse, miedo a no ser correspondido, miedo a perdernos, miedo a que no nos ayuden...
Bien, ya llegamos a mi terreno. Y a el punto en el que este blog se convierte en una guía de apoyo que ayuda a tomar la decisión de salir de viaje con la confianza de que la gente es buena. Si, como adelantaba el titulo.
Soy un poco misántropo, pero si algo me ha ayudado a alejarme de ese sentimiento son las personas que me he ido encontrando en mis viajes. No voy a decir que todo el mundo es bueno, sin ir mas lejos los camareros de Roma son la antipatía personificada, pero si que puedo decir que en general fuera de mi país la gente me ha tratado muy bien y me ha ayudado en lo que ha podido.
Intentare dar unos cuantos ejemplos en los próximas lineas.
Hace poco le preguntaron a mi queridisima sobre como nos habíamos desenvuelto en Japón durante un mes sin un guía, sin hablar ni una palabra de japones y con el poco inglés que habla la gente allí. Y sinceramente le contestó que no lo recordaba. Solo sabia que no habíamos tenido ningún problema. Que ya fuera por señas, señalando un punto en el mapa o escribiendo los precios de las cosas en calculadoras, nos habíamos arreglado a las mil maravillas.
De hecho recuerdo un día que nos perdimos por un barrio periférico de Tokyo. Llovía bastante y no teníamos ni idea de donde estaba la estación de metro mas cercana. Nos protegimos debajo de una tejavana y preguntamos a una mujer señalandole el mapa del metro por la estación. La amable mujer intento explicarse, pero la parada no estaba cerca y no era sencillo, así que optó por acompañarnos hasta allí y así de paso nos tapaba con el paraguas.
Mas recientemente, en Florencia decidimos ir en Nochevieja a un musical que organizaban en Campi Bisenzio, un pueblo a unos 20 kilometros de nuestro hotel. Supusimos que no seria difícil encontrar el sitio así que no nos molestamos ni en conseguir un mapa. Alquilamos un coche y fuimos hasta allí sin demasiado problema, pero encontrar el teatro fue otra historia.
Era un pueblo casi residencial, al ser el ultimo día del año y la hora de la cena las calles estaban vacías. Preguntamos a una madre y su hijo pero no supieron indicarnos con lo que tuvimos que seguir dando vueltas. El tiempo pasaba y se acercaba la hora de entrada con lo que la cosa no iba a mejor.
Vimos a una familia y decidimos preguntar otra vez, no hablaban ni ingles ni castellano, nosotros no hablábamos italiano y aunque no parecía estar lejos no acabamos de entendernos. Se giró dijo algo a su mujer y a su hija, abrió la puerta del coche, se monto con nosotros y nos llevó hasta la puerta del teatro. En noche vieja, a la hora de la cena, Y ni siquiera nos dejó llevarle de vuelta, se bajó, nos felicitó por haber encontrado un sitio para aparcar delante del teatro, lo que no debía ser muy habitual y se alejó felicitándonos el año.
Hace unos cuantos años visitamos Alaska. Como ya he mencionado en otras entradas del Blog, suelo intentar que nuestros viajes coincidan con momentos significativos en los lugares que visitamos. En este caso quisimos aprovechar para que nuestra visita a Palmer fuera durante la celebración de la Alaska State Fair.
Tenéis que entender que para un Estado tan alejado como Alaska y con tan poca población una feria de este tipo es toda un acontecimiento. No es habitual que los artistas metan en sus giras visitas a este lugar tan remoto, así que la State Fair es una oportunidad para que se acerquen músicos que si no quizás no irían, o para celebrar todo tipo de espectáculos. Ese año en concreto preparaban durante esa semana un Rodeo, un Demolition Derby y un concierto de un cantante Country llamado Craig Morgan que no es que fuera una estrella de primera linea pero en aquel momento tenia un par de canciones en las listas de éxitos y la demanda de entradas se preveía altisima.
En cuanto tuvimos atados los billetes intente comprar tickets para todo lo que os acabo de contar. No quería arriesgarme a llegar y encontrarme con el cartel de Sold Out.
Lamentablemente no era posible. No enviaban las entradas a Europa y no permitían recoger en taquilla. Necesitaba una dirección local a la que me enviaran las entradas y no conocía a nadie en Anchorage o en la zona. Tampoco podía mandarlas a ningún hotel porque tal y como solemos movernos no llevábamos ninguna reserva ni un planning fijo así que la cosa estaba complicada. Se me ocurrió escribir un mail a la oficina de turismo.
Allí me tope con Rachel, una encantadora trabajadora del Visitor Center que se ofreció a ayudarnos en lo que fuera necesario para que no se nos escapara la oportunidad de vivir con la gente local la experiencia de una feria que para ellos era tan especial.
Nuestra visita coincidía con sus vacaciones y se iba fuera pero organizó todo para que no tuviéramos ningún problema y cuando llegamos allí teníamos un sobre esperándonos con las entradas bien guardadas.
Por ultimo os cuento algo que nos sucedió en nuestro viaje a Malasia.
Normalmente suelo llevar conmigo un GPS sin pantalla, de los que solo graban los datos para luego sincronizar las fotos y ubicarlas geográficamente. Ademas de esa función también graba los recorridos y cuando vuelcas los datos a un ordenador te muestra todo lo que has andado en un mapa. Cuando nos movemos en transporte publico como autobuses o trenes lo suelo poner en la ventanilla para que vaya registrando todo, lo malo del asunto es que a menudo se me va la olla y estoy a punto de dejármelo olvidado.
Llegamos a Mersing en autobús, es un pueblo costero donde se coge el barco hacia unas islas maravillosas llamadas Pulau Tioman, nos bajamos y nos acercamos andando a un puesto de venta de billetes en el embarcadero, miramos los horarios y salia en cinco minutos. Pagamos, salimos a la carrera y en ese momento me doy cuenta de que el GPS se ha quedado en el bus. Si voy a por él, pierdo billete y barco, si no, el GPS. Me acerque al mostrador del que me había vendido el billete, le dije lo que me había pasado y le pregunte si era posible que fuera a cogerlo, que volvería en tres días a por el. Me dijo que sin problema, que me fuera tranquilo, que iba a la estación de autobuses y lo recuperaba.
Veamos: cerraba el puesto, iba hasta la estación, buscaba mi bus, conseguía el aparatejo y me lo guardaba hasta la vuelta. Le di las gracias pero me fui sin la certeza de que aquel plan fuera a funcionar. El tío podía pasar de mi, el bus podía haberse ido, el conductor podía no dárselo...
Tres días después recupere mi GPS, el chico no quería aceptar ni siquiera una propina, y cuando me empeñe en dársela me dio a cambio unas magdalenas caseras. Inolvidable.
Si con todas estas historias que os he contado no os he devuelto la confianza en la raza humana y las ganas de viajar es que sois un robot sin corazón. ;)
Amén, hermano.
ResponderEliminarTienes mucha razón, a mí me ha pasado lo mismo. Y de lo poco que he visto del mundo me quedo con la amabilidad de los birmanos.
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