Salimos de Perth ya acostumbrados a conducir por la izquierda, ayuda el que el coche sea automático. Al poco rato estamos perdidos, es lo que tiene el no tener GPS ni mapas, nos encontramos en medio de una macro-urbanización con unas casas increíbles. Al no tener problemas de terreno, todas las casas son de una altura, eso si enormes y a todo lujo. Lo poco que vemos del interior tiene una pinta muy buena con muebles de mucha categoría.
Conseguimos salir al rato de ese laberinto idílico y nos ponemos rumbo al norte, el paisaje es abrumador, la carretera en muchos de los casos es una recta de la que no ves el final,y a los lados lo único que hay es
campo salvaje o terrenos cultivados. Los colores cambian constantemente dependiendo de lo plantado, a veces un blanco casi gris, a veces un verde intenso, lo que no cambia es el negro de la carretera contrastado con el rojo de los arcenes. La tierra es roja, de un color intenso, y asoma en cuanto puede, ya sea entre plantaciones o subiendo por el tronco de los arboles como si quisiera teñirlos.
Vamos dejando pasar el camino, con el ojo atento, buscando los animales que constantemente anuncian en las señales de peligro: lagartos, tortugas, emúes o canguros.
Pasan las horas, pero el paisaje sigue igual de interesante, aunque no cambia demasiado siempre hay algo nuevo que te hace parar para sacar una foto o por lo menos comentarlo con el copiloto.
De repente en mitad de la carretera vemos un lagarto de unos 40 centímetros, intento esquivarlo sin éxito, un ruido me lo confirma, el pobre bicho del que hemos leído es monógamo de por vida, no ha tenido suerte, un conductor patoso se lo ha cargado y ha dejado una viuda. Snif snif.
Seguimos conduciendo y empieza a bajar el sol, nuestro destino es un parque llamado Nambung, donde hay una formación muy curiosa que recomiendan visitar al atardecer así que seguimos hacia allí.
Un frenazo evita el que atropellemos a un canguro de aproximadamente 1 metro y medio de alto, parece que el se ha llevado tanto susto como nosotros, ya que derrapa y medio saltando a trompicones se vuelve a meter entre la maleza de donde ha salido. Paramos el coche un poco mas adelante y todavía alucinamos con lo que acaba de pasar: NOS HEMOS CRUZADO CON UN CANGURO !! Al día siguiente nos daremos cuenta por dos motivos que es algo habitual este tipo de encuentros: el primero y mas desagradable, un montón de cuerpos en diferentes estados de descomposición de canguros en las cunetas. El segundo una especie de defensas, que llevan instalados un montón de coches en el morro para evitar que les destrocen el motor o al menos la carrocería.
Tras este encuentro con el cangurito, parece que ya podemos tachar uno de los debe en cualquier viaje a Australia, ojalá hubiese durado mas tiempo, pero ya es algo, sobre todo teniendo en cuenta que en Alaska nos llevo 2 semanas cruzarnos con nuestro primer y único oso salvaje......
El resto del camino hasta Nambung National Park, lo hacemos en silencio y muy muy atentos a los arcenes, tanto que a veces me da miedo el no mirar suficiente la carretera, que afortunadamente es estupenda, ancha y muy bien señalizada.
una maravilla que sorprende por muchas fotos que hayas visto, se trata de una serie de rocas puntiagudas, que sobresalen del suelo como si estuvieran creciendo y quisieran ser pequeñas montañas. Hay cientos o miles de ellas,cada una tiene una forma y tamaño distinto a el de los demás. Paseamos por la zona y elegimos hacer el Walking Trail o camino andando, en vez del mas largo en coche, se ve lo mismo pero tu eliges donde parar. No hay demasiada gente en el parque quizás por la época, pero por los huecos de aparcamiento en la ruta da la sensación de estar preparada para acoger mucha mas.
El recorrido no llega a dos kilometros y recorre tres zonas bastante similares. Según se va escondiendo el sol, la tierra coge un tono aun mas rojizo que hace que los Pinnacles se vean como de otro planeta.
Cuando llega el ocaso nos subimos a una plataforma elevada que mirando al Este nos deja ver como crecen las sombras de estas curiosas rocas, y mirando al Oeste una puesta de sol inolvidable.
Bajamos a paso ágil del mirador ya que el sol una vez escondido no deja casi luz y hay que cruzar todo el valle lleno de piedras
para llegar a nuestro coche, en unos minutos y con algún tropezón estamos dentro del mismo. Salimos del parque totalmente de noche dirección a Cervantes, un pueblo, el mas cercano, a unos 25 kilometros que es donde pensamos dormir...... si hay algún hotel, y si hay sitio, y si nos cogen la tarjeta que esta misma mañana al ir a por el coche nos ha dado problemas, demasiados ysi pero así es la aventura. El pueblo esta mal iluminado y parece casi abandonado pero enseguida vemos las luces de un motel donde habrá sitio, nos cogerán la tarjeta y hasta nos darán de cenar, por cierto era el único en muuuuchos kilometros a la redonda.La suerte del viajero.
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